octubre 21, 2008

El adiós


Un grito al final del anden anunciaba la salida del próximo tren. Con un largo suspiro tomo mi maleta y me subo al vagón, justo en el momento en que el tren inicia su movimiento.

Sentado en mi fría butaca, observo unas pequeñas gotas golpeteando mi ventana, llamando mi atención. Al mirar a través de la ventana observo los hermosos campos que me vieron crecer y que me rodean. Campos que pronto serán cambiados por grandes edificios, luces de mil colores y experiencias por vivir. Con los ojos vidriosos y una voz entrecortada digo “adiós”.

Foto:BritishYosef

octubre 12, 2008

El amanecer: I parte


No he logrado dormir en los últimos 3 días más de 1 hora y esta ocasión no es la excepción. Sentado a los pies del mismo abedul que me ha dado protección la última semana veo como comienza un nuevo amanecer; tengo hambre y aún estoy agotado por el día anterior.
No han aparecido los rayos de luz sobre las colinas, pero el canto matutino de las aves es la clara señal de que un nuevo día está por comenzar, las nubes cubren el cielo y el olor a sangre fresca de la batalla aún se siente fresca en mi nariz.

Todo mi cuerpo está cubierto de barro, barro mezclado con sangre, sangre de aquellos a quienes les arrebaté su vida por el simple hecho de ser de un clan distinto. Pero así es la guerra. Estos son territorios sagrados, territorios que nuestros antepasados ganaron derramando su sangre, la misma sangre que corre por nuestras venas y que debemos defender hasta el fin.

El gélido viento del norte ya no tiene efecto sobre mi, esta liviana pero gruesa capa armadura de pieles me cubre lo suficiente como para sobrevivir un tiempo más en el campo de batalla, ello sin contar con los brebajes que prepara Egil, que nos levanta el espíritu y nos permite luchar a pesar del dolor.

Al aclarar el día comienzan a divisarse las columnas de humo del campamento enemigo. No importa cuanto protejan su posición, el humo siempre los delata gracias a la luz del amanecer. Intento incorporarme pero un agudo dolor me lo impide, no lo había notado, pero aún tengo restos de lanza atravesando mi rodilla izquierda. Grito por ayuda y unos jóvenes vienen y me ayudan a levantarme.

Me toman pesadamente y me arrastran hasta la tienda de Egil, quien aparece sereno como siempre. No importa cuantos hombres haya matado ayer o en toda mi vida, su mirada siempre causa escalofríos. No sé si es por sus ojos pequeños bajo esa maraña de pelo rojizo o el hecho que esté siempre callado y con un paso lento pero firme.

Hace indicaciones para que me dejen en el suelo al lado del fuego. Me acuesto pesadamente mientras los jóvenes salen corriendo de la tienda, como si estuviesen siendo perseguidos por Loki.

Egil me da la espalda, no emite sonidos. Yo acostado sobre la fría tierra siento el dolor en aumento. Ya no es solo la rodilla, mi brazo izquierdo me duele, no por alguna herida, sino por el esfuerzo de llevar la espada, en tanto que el brazo derecho está lleno de moretones y magulladuras.

Cansado, adolorido y mareado con el acido olor que tiene la tienda de Egil, veo como este se da vuelta con un cuenco de madera y sin decir nada me lo acerca para beber. Con dificultad logro tragar la mitad de su contenido, el resto corre por mi barba y se mezcla con la sangre y tierra que me cubren.

Esta será tu última batalla, me dice. Lo miro sin lograr entender claramente a que se refiere pero sigo bebiendo. Ya sea que tenga que morir o que hoy termine la guerra no me importa mucho, sé que si muero ire a reunirme con mis antepasados y gozaré del prestigio de un gran guerrero. Así se me dijo al recibir mi runa guía, y así será al momento de partir al Valhalla. Tomo en mis manos la piedra rúnica que siempre me ha acompañado estos años y besándolo doy gracias a los dioses por su protección.

Si Odín así lo desea, así será, le digo a Egil mirándolo con los ojos fijos en los suyos. Solo se limita a mirarme y luego de unos segundos se da vuelta y sigue con sus pociones.

Me incorporo, ahora sin dolor y salgo de la tienda.
El viento sopla desde el sur ahora y nos favorece. Inhalo para llenar mis pulmones y exhalo con fuerza. Mientras el vapor que sale de mi boca se diluye en el aire siento mis brazos y piernas más fuertes que nunca. Camino hacia donde está mi grupo para dar las instrucciones del día.

Si he de morir, no será sin destruir a nuestro enemigo.

Foto de JStar

octubre 04, 2008

La otra cara de la muerte


- Usted está muerto.
- ¿Qué? Me puede repe...
- Usted está muerto.
Lo miré extrañado y le dije: ¿De qué está hablando? no le entiendo. ¿A qué se refiere?
- A eso precisamente. Usted está muerto.
No podía quitarle los ojos de encima. Su mirada era clara, profunda y no había rastros en su actuar de qué estuviese loco o drogado.

- En estos momentos, usted ha dejado de existir. No lo ha notado aún, pero así es.
Comencé a alterarme.
- Me puede explicar ¿por qué dice usted que estoy muerto? No lo conozco, no se quién es, de dónde viene y perdóneme que le diga, pero aún siento latir mi corazón, le dije con una mueca de sonrisa nerviosa.
- Está bien se lo explicaré, en realidad es muy sencillo. Primero que todo me presento, yo soy usted.
Una carcajada salió de mi boca. Está bien, ¿dónde están las cámaras? esto debe ser alguna broma para la televisión, cierto?

Su calma me empezaba a incomodar cada vez más. Simplemente se limitó a sonreír y continuó su discurso.
- Le agradeceré escuchar toda la historia y luego puede hacerme las preguntas que quiera.
Solo me limité a mover mi cabeza afirmativamente con la boca entreabierta.

Apenas comenzó a hablar nuevamente comencé a sentir mi corazón cada vez más acelerado.
- Usted ha vivido una buena vida... sus palabras comenzaban a perderse, una sensación de mareo y descontrol tomó posesión de mi cuerpo.
- ¿Se siente bien? me pregunto mientras me tomaba de los brazos en el justo momento en que me sentía caer.
- Siéntese usted, me dijo acercándome una silla salida de no se dónde.
- Tomé este vaso de agua.
Sin pensar demasiado tomé el vaso y lo trague hasta la última gota. Sentía correr el líquido por mi cuerpo inundando y refrescandome. En cosa de instantes, me sentí mejor; al menos, más consciente y presente. Sin embargo la presencia de este sujeto junto a mí seguía siendo un misterio. Tanto su aparición como la silla o el vaso de agua no tenían explicación lógica, por lo que solo me limité a decir: ¿por qué?

Aquel hombre me sonrió. Me miro con tranquilidad y me dijo: Has llegado al punto de no retorno. Todo lo que has hecho hasta este momento ha sido marcado y guiado por la Voluntad. Tu marcaste tu destino y es en este preciso momento en que todo lo que debía suceder ha ocurrido y tu objetivo ha sido alcanzado.
- ¿Mi objetivo?
- Sí.
- ¿y cuál es o fue ese objetivo?
- No lo sé, no soy la persona más adecuada para responder ese tipo de pregunta.
- Acabas de decirme que eres yo, que estoy muerto y eres incapaz de decirme ¿cuál es mi objetivo?
- ¿Qué diferencia hace que te diga que soy tu o que tu eres yo? Solo soy y estoy aquí frente a ti. Nada más importa.
Una silenciosa expresión de absurda comprensión dio pie para que siguiera.

- Todo es un inicio y un fin, un origen y un destino, una causa y un efecto. Esta conversación comenzó hace unos instantes y pronto terminará. Así cómo llegamos a esta ubicación, para dar origen a esta conversación gracias al simple hecho de que caminamos hasta aquí, del mismo modo, al separarnos estaremos originando otros cambios en nuestra existencia que tendrán sus propios efectos. La vida es un río que fluye incesantemente. No existen dos olas idénticas, pero todas están conformadas por lo mismo: simplemente agua.
- ¿Y debo suponer que algún evento anterior me trajo aquí para morir?
- Así es. Pero la muerte no es más que otro evento en nuestra existencia. El nacimiento nos trae a este mundo, pero no significa que no hayamos existido antes ¿o sí? La vida es un continuo y la muerte es solo un cambio de estado.
- Pero la muerte es dolor, la muerte es sufrimiento, es agonía. ¡Nadie quiere morir! Tengo familia, esposa, hijos, proyectos de vida, mil y un ideas en mi cabeza.
- La muerte es dolor, pues es desgarradora, pero es solo el medio. No es el fin.
Dices que tienes familia, pero apuesto a que no sabes dónde están.
- No soy adivino. Ellos sabrán dónde y qué estarán haciendo.
- Y si te dijera que tu hijo ha tenido un grave accidente y los paramedicos no lográn ubicar a tu esposa, porque está con otro hombre y tiene su teléfono apagado.
Un profundo dolor en el pecho y un gélido sudor recorrió mi espalda. ¿Quién eres para venir a decirme estas cosas? ¿qué pretendes? ¡¿por qué haces esto?!
- Ya te lo dije, porque en estos momentos estás muerto.
Una nueva sensación de mareo inundó todo mi cuerpo. Tomo mi cabeza entre mis manos y la comprimo como si pudiese hacerla explotar.
Dos pequeñas gotas que caen al suelo son la demostración de mi desesperación. Lo supuse, dije. No sé cómo o por qué me dices esto, pero desde hace un tiempo que he tenido ese presentimiento de mi esposa. No lo entiendo, siempre le daba todo lo que me pedía. Tenemos la casa que ella quería, el auto que ella siempre soñó, todo!
- El amor no se compra.
Ya había pronunciado esa respuesta en mi cabeza, pero jamás la quise tomar en cuenta. Todos tenemos un precio, incluso el amor, dije.
El hombre movió su cabeza negativamente. El amor, el respeto, la admiración e incluso el tiempo no se pueden comprar, se trabajan.
- ¿Y qué puedo hacer? todo está terminado ya...
- No hay termino sin inicio. De ti depende el siguiente paso. Eres dueño de tu destino. Úsalo sabiamente.

Seco mis lagrimas y me incorporo. El hombre ya no está. Miro alrededor y no hay una solo alma alrededor mio. Una extraña sensación inunda mi cabeza y todo mi ser.

Con un paso adolorido por la experiencia abandono aquel lugar y solo atino a pensar: En realidad he muerto y vuelto a nacer.

Foto de Kawaii77